
La Loica ya no vende.
Y no porque haya perdido valor, sino porque nunca fue útil para el mercado.
He llegado al límite donde el arte deja de ser una mercancía.
Donde crear con sentido, enseñar un oficio, o diseñar una agenda que dura tres años no encaja en las lógicas neoliberales.
No genero ventas en escala.
No produzco grandes ganancias.
Por eso La Loica no sirve para el mercado.
Y por eso el mercado me aísla.
Llevo meses de precarización insostenible.
A veces me imagino a mí misma bajo el agua, apenas sacando la nariz y la boca para seguir respirando.
Y me pregunto:
¿Qué hago mal?
¿Por qué me cuesta tanto sobrevivir?
Hoy creo que la respuesta es clara:
la soledad.
En mi territorio habito el aislamiento.
No tengo redes de apoyo mutuo.
Estoy sola.
Y no porque no haya amor, ni arte, ni fuerza.
Sino porque vivo en un país profundamente neoliberal,
y hoy, estancado en un individualismo brutal.
Pero no me quiero rendir.
Y no lo haré.
Seguiré bordando, cosiendo, tejiendo, diseñando y gritando.
Porque sé que mi trabajo tiene sentido.
Porque sé que otra forma de vivir es posible.
Pero tengo que encontrar mi red.
Mis redes.
Mis entramados.
Mis tejidos de apoyo mutuo.
Personas que, como La Loica, saben que este sistema está roto,
y que no se trata de encajar,
sino de escapar.
Este es un grito, un hilo lanzado,
una puntada en el aire.
Si estás ahí, ayúdame a tejer.